jueves, 19 de noviembre de 2015

EL RINCÓN DE LA BILIS: Fallout 4, crónica de una decepción.

Partamos de un hecho: Fallout 3 se llevó parte de mi vida durante el otoño / invierno de 2008. Fue uno de esos juegos que supusieron un antes y un después en mi afición por esto del entretenimiento electrónico. Ya por aquel entonces, andaba yo lidiando con mis 34 primaveras -no era ningún jovencito- pero con todo, fue uno de esos productos que transcienden al momento en el que lo estás jugando..., que te dejan pensando, que,  en definitiva,  te marcan de algún modo. 

Te quiero, Geralt.
No sorprenderá a nadie, entonces, que Fallout 4 fuera uno de los juegos que más esperase en esta, para mí y hasta ahora, absolutamente decepcionante "nueva" generación. Sólo el soberbio The Witcher 3 ha conseguido encandilarme desde que mi "sonypleistaisioncuatrofordeplayers" acompaña mis tardes de asueto. La obra de CD Projekt RED me parece un prodigio narrativo y, mientras recorría a lomos de Sardinilla las montañas de las Islas de Skellige, no podía dejar de imaginar lo que sería incorporar algo así a la ambientación y la capacidad de inmersión del juego de Bethesda.

No quise ver vídeos,  ni leer avances del juego (también es cierto que no se publicó gran cosa) y, poco a poco, mi hype se fue alimentando de fantasías y elucubraciones de cosecha propia. En mi cabeza, el yermo se convertiría en el lugar en el que pasar mis horas y mis días hasta que Nathan Drake se encargara de blanquear mi mente con su probablemente palomitero Uncharted 4.

Y así llegó el 10 de noviembre de 2015, martes para más señas. El día D. Salí de trabajar con ese cosquilleo que sólo el estreno de algunos juegos producen y dispuesto a pasar la tarde paseando por el Boston post-apocalíptico prometido. Mi mujer trabajaba de tardes, las niñas en casa de sus abuelos, la cerveza estaba suficientemente fría... Tormenta perfecta. 

En un sentido homenaje a los cuarentones como yo y aquella época de las cargas en cinta de cassette, el juego decidió instalarse a su ritmo -pausado, por si no ha quedado claro-, antes de arrancar entre sus reconocibles menús de verde equisboxero. Bien, me gusta lo que veo. Tiempo para un estupendo editor. Nada, cuatro retoques rápidos y poco más... ¡QUIERO JUGAR YA!  

Sólo diré que hasta aquí llegaron mis alegrías. No voy a contar nada de su argumento, ni voy a analizar el juego en ninguna de sus facetas... De eso ya se encargará alguno de mis compañeros..., alguno que consiga acabarse el juego, alguno que haya podido disfrutar de este Fallout 4 que para mí se ha convertido en la gran decepción del año.

Y eso que estaba preparado para una buena ración de bugs made in Bethesda, si bien no esperaba tantos, cierto que ninguno muy grave, pero la acumulación de pequeños fallitos
¿en serio?, ¿en 2015?
me resultó bastante irritante. También era consciente de que el acabado gfico no iba a ser puntero..., pero no esperaba semejante despropósito. Y me da igual que el juego sea grande, The Witcher lo es y, aunque tiene sus fallos, no hace el ridículo de esta forma. El juego en exteriores luce bien, merced a un estupendo (eso sí) sistema de iluminación, pero los interiores, las texturas, las animaciones, los modelados, las caras... Horribles.


No obstante, estaba dispuesto a pasar por alto los bugs; no tanto el acabado gráfico puesto que me parece penoso, pero todo podía superarse si la jugabilidad estaba a la altura. Incluso ese sonido enlatado para las voces.

Pero todo iba de mal en peor, el primer bofetón -este ya sí insuperable- llegó en el momento en el que tuve que afrontar el primer diálogo. ¿Pero qué mierda es esta? ¿Una rueda con "titulares" de mis frases?, ¿esto qué es, Mass Effect?, necesito saber lo que voy a decir palabra por palabra, ¿cómo si no voy a saber si puedo molestar o no a mi interlocutor?, ¿cómo voy a saber si puede afectar a mi karma?, ¿cómo?, ¿qué?, ¿QUÉ NO HAY KARMA? No es posible... Si hay algo que me fascinó de Fallout 3 era esa sensación de tener que tener cuidado con lo que decías o hacías. Tu fama de "bueno" o "villano" te iba a preceder allá donde fueras, por lo que siempre había que hilar fino. Era algo parecido a lo que ocurre con las armas: hay que usarlas, pero con cuidado, ya que se desgastan y te pueden dejar en paños menores ante el más sencillo de los enemigos... Ah, ¿ahora tampoco hay desgaste de armas? Cojonudo.

Y, hablando de armas, ¿qué le han hecho a mi VATS? Los porcentajes no tienen sentido, con un 45% aciertas a distancia y con un 95% a un metro no. ¿Y qué es eso de la cámara lenta? No quiero un bullet time. Quiero el VATS, estático. Y es que tengo la sensación que Bethesda a querido shooterizar Fallout.  No han quitado el VATS por respeto a los fans,  pero han enfocado mucho más el juego hacia una mecánica de disparos en primera persona. Es justo reconocer que es eso han mejorado mucho, lástima que no me importe un carajo.

Las cosas mejoran -y mucho- cuando paseas por el yermo disfrutando de su hermosa y decadente ambientación, su nunca suficientemente elogiada selección musical y su indudable capacidad de inmersión..., siempre y cuando no te cruces con un NPC que te saque de tu idilio con la pantalla (qué puñetero desastre de modelados y de caras).  El añadido de los asentamientos tampoco me ha hecho gracia. El punto de convertirte en un Sim Nuclear tiene su aquel, pero entre que no sirve para nada y que la interfaz para colocar los muebles y los elementos es digna de un torturador, mejor obviar este apartado.

Pero lo peor de todo y lo que definitivamente me ha hecho abandonar el juego, es su absurda e infantil historia, su absoluta incapacidad para conseguir que la narrativa sea coherente entre las distintas micro-anécdotas que intentan adornar las misiones. No me interesa nada lo que cuentas, Bethesda. 

Me decía un amigo con el que comparto mi pasión por The Witcher 3, que la resaca del juego protagonizado por Geralt de Rivia -excelso en todo lo que significa o tiene que ver con la narrativa-, podría estar nublando mi juicio. No digo que no sea posible, pero sólo sé que si a mi amadísimo Fallout 3 le hubieran quitado su karma, sus excelentes y complejos diálogos, su sensación de tener que administrar los objetos, su estratégico VATS y, sus interesantes y a menudo políticamente incorrectas historias, hubiera pasado aquel ya lejano invierno de 2008 jugando al curling.

Texto: Guilletek
Fotografías y vídeos propiedad de sus respectivos autores.




  

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